SOUTH
Zik´s dream
Era muy tarde y estaba oscuro cuando se despertaron por el ruido. Un ejército de ángeles, almas y fantasmas estaban creando el mundo. A la mañana siguiente ya habían hecho grandes agujeros por donde salía lava, se podían atravesar anchas pasturas pobladas de animales asesinos y se escuchaban grupos de borrachos que cantaban a los gritos amenazando con sus puños a grupos de mudos que comían miel. Los mares eran helados y tenían playas calientes con aguas más transparentes que el aire. Habían sonidos agudos, sordos, espesos y también sonidos de frituras. Los árboles rodaban con lentitud pero las tormentas eran escasas. El peso de las cosas dependía del esfuerzo puesto en levantarlas. Los pasos dados en calma eran una de las medidas del tiempo. Permanecer con los párpados abiertos mirando fijamente algo era otra medida, pero del espacio. Las intenciones sólo eran percibidas si proponían finalidades y los sueños eran pesados, breves e interruptos. Había profusos lenguajes pero siendo capaz de hablar uno de ellos, todos los demás se entendían por igual. Yo tuve un sueño en el que aparecía Zik. Zik hablaba todas las lenguas (para preservar las diferencias) y había ayudado en la construcción del destino del poeta de C´hi. Todos supimos que cuando el poeta de C´hi se marchó al monte Fu, durante su caminata de 9.086 días no bebió té más que en las terrazas de los bares que bordeaban el camino. Una vez se le acercó un perro viejo y se detuvo a su lado. El poeta de C´hi se miró en los ojos del perro y por un momento no se escuchó sino la música del bar. El poeta comprendió que el perro era una reencarnación de su viejo maestro, el Gaucho de Tsong, y le vació en el lomo una jarra agua hirviendo y lo corrió a palos. Mis sueños con Zik eran breves. Los ángeles, las almas y los fantasmas se quedaron a vivir en el mundo y se olvidaron de su condición. Tuvieron hijos entre ellos y desarrollaron nuevos lenguajes que todos podían entender aunque hablaran muy rápido. También escribían textos cuyo orden era implacable. Con el tiempo el mundo cambió y hubo que hacer otro. Una vez un hombre pintó un paisaje de gran tamaño, tan maravilloso que el emperador quiso ir a verlo acompañado de su corte. Ante el emperador, el artista se plantó frente a su obra y señaló el cielo, los alegres barriletes, las barcazas en el horizonte, las playas, los bares vacíos y una callejuela que bajaba al mar donde dobló una esquina y se perdió de vista. El hombre se quedó allí por mucho tiempo. Finalmente, cuando se decidió a salir, vio la ciudad incendiada y un mundo moribundo. Después de tomar mate(*) apagó la radio, saludó a su vecino y se puso a tirar piedras hasta que lo llevaron preso.
Carlos Capelán, 2011
(*) Mate: infusión original del Sur de Sudamérica.